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El Cónclave: Así se elige al próximo Papa tras la muerte de Francisco

21 de abril de 2025 – Con el fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años, el Vaticano ha iniciado los protocolos establecidos para la transición hacia la elección de un nuevo pontífice. La muerte del primer papa latinoamericano, ocurrida esta mañana en la Casa Santa Marta debido a complicaciones por neumonía, marca el comienzo de un período conocido como Sede Vacante, durante el cual la Iglesia Católica se prepara para elegir a su próximo líder espiritual. Este proceso, profundamente arraigado en la tradición pero adaptado a los tiempos modernos, es tanto un ejercicio de fe como una compleja operación logística que captura la atención del mundo.

La Sede Vacante y los preparativos iniciales

Tras la confirmación del deceso de Francisco por el camarlengo, el cardenal Kevin Joseph Farrell, el Vaticano entra en la Sede Vacante, un estado en el que la Santa Sede queda sin papa. Durante este período, el camarlengo asume la administración temporal de los asuntos cotidianos del Vaticano, aunque no tiene autoridad para tomar decisiones doctrinales o estructurales de largo alcance. Su rol incluye supervisar los preparativos del funeral de Francisco, que se celebrará en los próximos días siguiendo un modelo simplificado aprobado por el propio pontífice en 2024, y coordinar la convocatoria del cónclave.

El funeral de Francisco, que se llevará a cabo en la Basílica de San Pedro, será seguido por el entierro en la Basílica de Santa María la Mayor, conforme a su deseo de austeridad. Mientras tanto, los cardenales de todo el mundo comenzarán a viajar a Roma para participar en las Congregaciones Generales, reuniones previas al cónclave donde discuten los desafíos de la Iglesia y el perfil deseado para el próximo papa. Estas reuniones también sirven para organizar los detalles logísticos del cónclave, como la seguridad y el alojamiento de los cardenales.

El cónclave: Un ritual de siglos

La elección del nuevo papa se realiza en el cónclave, un evento que combina tradición, secretismo y oración. Según la constitución apostólica Universi Dominici Gregis (1996), modificada por Benedicto XVI y Francisco, el cónclave debe comenzar entre 15 y 20 días después del inicio de la Sede Vacante, aunque este plazo puede ajustarse en circunstancias excepcionales. Los cardenales electores, aquellos menores de 80 años al momento de la muerte del papa, se reúnen en la Capilla Sixtina para votar.

Actualmente, hay aproximadamente 120 cardenales electores, un número que refleja el límite establecido por el Vaticano, aunque puede variar ligeramente. Francisco, durante su pontificado, diversificó el Colegio Cardenalicio, nombrando cardenales de regiones periféricas como Asia, África y América Latina, lo que podría influir en la elección de un papa con una visión más global.

El proceso de votación es riguroso. Los cardenales juran guardar secreto absoluto sobre las deliberaciones, bajo pena de excomunión. Cada día, se realizan hasta cuatro rondas de votación: dos por la mañana y dos por la tarde. Los votos se escriben en papeletas con la frase “Eligo in Summum Pontificem” (“Elijo como Sumo Pontífice”) y el nombre del candidato. Para ser elegido, un candidato debe obtener una mayoría de dos tercios.

La fumata: El anuncio al mundo

Tras cada ronda de votación, las papeletas se queman en una estufa especial en la Capilla Sixtina. Si no se alcanza la mayoría requerida, se añade un químico que produce humo negro (fumata nera), señal de que no hay papa. Cuando un candidato logra los dos tercios, las papeletas se queman sin aditivos, produciendo humo blanco (fumata bianca), que anuncia al mundo la elección del nuevo pontífice.

El cardenal protodiácono aparece entonces en el balcón de la Basílica de San Pedro y pronuncia el famoso “Habemus Papam”, revelando el nombre del nuevo papa y el nombre pontificio que ha elegido. El elegido debe aceptar formalmente su elección antes de que se haga el anuncio.

Desafíos y expectativas

El próximo cónclave será crucial para la Iglesia Católica, que enfrenta retos como la secularización, los escándalos internos, la inclusión de minorías y el diálogo con otras religiones. El legado de Francisco, marcado por la inclusión y la justicia social, podría inclinar la balanza hacia un candidato que continúe sus reformas, aunque sectores conservadores podrían abogar por un retorno a posturas más tradicionales.

Desde el punto de vista económico, la elección de un nuevo papa también tiene implicaciones. El Vaticano, como entidad global, gestiona recursos significativos, y las políticas del nuevo pontífice pueden influir en la redistribución de estos fondos hacia iniciativas sociales o caritativas, como las promovidas por Francisco. Además, el turismo religioso en Roma, que genera millones de euros anuales, se intensifica durante el cónclave, beneficiando a la economía local.

Mientras el mundo espera la fumata bianca, la Iglesia se prepara para escribir un nuevo capítulo en su historia milenaria. El sucesor de Francisco heredará una institución en transformación, con la misión de guiar a 1.400 millones de católicos en un mundo en constante cambio.