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Opinión: El sueño americano en cifras

Por: Javier Mejía Cubillos

Twitter: @javiermejiac

En años en los que las economías latinoamericanas crecen más que la estadounidense, el asunto del sueño americano parece haber pasado de moda. De hecho, la expresión “american dream” pasó de representar el 0,0000022% de los bigrams presentes en los libros de Google escritos en español para 1999, a menos del 0,0000012% en 2008. Es decir, cada vez se hace menos referencia al concepto del sueño americano en la literatura hispana.

Gráfico. “Amercian dream” como porcentaje de los bigrams presentes en los libros de habla hispana. 1980-2008.

 

 

Fuente: Google Books Ngram Viewer

No obstante, el fenómeno migratorio colombiano en EE.UU. sigue siendo un asunto de la mayor vigencia. Así lo demuestra un estudio de William Mejía, próximo a publicarse, según el cual, entre 2001 y 2010 se observa un crecimiento en la obtención del estatus de residentes legales por parte de los colombianos en EE.UU., incluso después del descenso durante la crisis financiera de 2008. Además, el estudio identifica un incremento continuo en las cifras decenales de residentes en EE.UU. nacidos en Colombia, pasando de 509.872 en 2000, a 636.555 en 2010. En otras palabras, aun luego de la crisis económica, la emigración de colombianos hacia EE.UU. continúa en aumento.

¿Pero qué ha pasado con esos colombianos? ¿Qué queda del sueño americano? En un trabajo del Grupo de Investigación en Movilidad Humana (GIMH) se hace un análisis del asunto a partir de los datos más recientes del Amercian Community Survey (ACS). Para empezar, el contingente colombiano en EE.UU. resulta ser el mayor entre las nacionalidades andinas. De los inmigrantes colombianos, el 56,9% son mujeres y el 23,5% están entre los 45 y 54 años de edad (siendo el grupo de edad predominante). En cuanto a su educación, el 28,7% de los mayores de 25 años tiene un título universitario o superior. Teniendo en cuenta que aquel valor es de 28,2% para el promedio de EE.UU., los inmigrantes colombianos estarían, más o menos, bien educados. Aunque esa cifra para los inmigrantes colombianos es muy similar a la de la población en Colombia, sí difiere significativamente de las de otros contingentes en EE.UU., como el ecuatoriano, para quienes solo el 14,7% cuenta con un título universitario (o superior), y el boliviano, estos con 30,3% con educación universitaria.

Al analizar los indicadores de bienestar material de los migrantes, no sorprende que estén muy por encima de la media de la población en Colombia. Mientras el ingreso per cápita en Colombia, según el FMI, fue de US$9.592 anuales para 2010; el de los colombianos en EE.UU., según la ACS, fue de US$24.538. Por otra parte, de acuerdo al DANE, la tasa de desempleo en Colombia cerró 2010 en 11,8%; mientras tanto, la de los colombianos en EE.UU. fue de 7,9%. De igual forma, mientras las recientes cifras del DNP  ubicaban al 40,2% de la población de Colombia como pobres; según la ACS, solo el 11,7% de las familias colombianas en EE.UU. viven por debajo de la línea de pobreza. Si bien cuestiones metodológicas impiden que estas cifras sean comparadas de forma directa, sí sugieren una situación clara: en promedio, los colombianos en EE.UU. disfrutan de mejores condiciones de vida material que la gente en Colombia.

No obstante, de forma sorprendente, los indicadores de bienestar de los colombianos en EE.UU. se encuentran muy cerca del promedio americano. Según la ACS, para los EE.UU. el ingreso per cápita en 2010 fue de US$26.059 anuales, las familias pobres eran el 11,3% y la tasa de desempleo fue del 6,9%. Esto hace parte de un fenómeno más general. Las grandes diferencias en términos de bienestar en EE.UU. no se encuentra entre los nativos y los inmigrantes (sus indicadores son prácticamente idénticos), sino entre los inmigrantes nacionalizados y los no nacionalizados.

Para ilustrar el asunto, mientras los ingresos medianos de los hogares de inmigrantes nacionalizados fueron de US$55.295 anuales, siendo superiores a los de los nativos (US$50.541), el de los inmigrantes no nacionalizados fueron apenas de US$38.077. Así mismo, mientras el 9,7% de las familias migrantes nacionalizadas se encontraban por debajo de la línea de pobreza, más del 26% de las familias migrantes no nacionalizadas lo estaban.

De tal forma, el sueño americano, entendido como la posibilidad de alcanzar mejores condiciones de vida material, parece seguir vigente. Como en el caso de los colombianos, los inmigrantes “promedio” tienen condiciones muy similares a las de los nativos estadounidenses, y superiores a las de sus países de origen. Sin embargo, el estatus migratorio sí estaría determinando el éxito económico de los buscadores del sueño americano. Mientras los inmigrantes nacionalizados disfrutan de condiciones de bienestar ligeramente superiores al promedio de los nativos, los inmigrantes no nacionalizados son el grupo poblacional con las peores condiciones de vida.

En conclusión, el éxito económico en el país de las oportunidades estaría guiado, más que por las capacidades mercantiles (de lo que siempre se ha regocijado el capitalismo americano), por el cumplimiento de trámites legales.

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