Washington, Estados Unidos, Octubre 8 de 2025- La economía mundial parece navegar aguas tranquilas, pero Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), lanza una advertencia clara desde Washington. En su discurso previo a las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial, la ejecutiva búlgara reconoció la resistencia de la actividad global frente a las tormentas de los últimos años. Sin embargo, bajo la superficie, desafíos estructurales y financieros acechan, listos para complicar el horizonte. «La recuperación es más sólida de lo previsto en 2023, pero aún insuficiente», afirmó Georgieva, con un crecimiento mediano proyectado en 3%, por debajo del 3,7% prepandemia.
Este mensaje llega en un momento delicado, cuando los líderes mundiales se reúnen para diseccionar un panorama mixto. Países como Estados Unidos y China, motores del PIB global, enfrentan dilemas fiscales que podrían contagiar volatilidad. Georgieva no endulza: la estabilidad no es sinónimo de fortaleza, y el sistema financiero aún no ha enfrentado pruebas mayores.
Resistencia post-pandemia: políticas y mercados que no se rindieron
¿Cómo ha resistido la economía mundial tras la pandemia? Georgieva lo resumió con datos en mano: a inicios de 2023, analistas pintaban un panorama sombrío, con recesión inminente en Estados Unidos y ondas expansivas globales. Pero el mundo se mantuvo en pie, gracias a una mezcla de factores que sorprendieron incluso a los más pesimistas.
Políticas económicas más robustas de lo esperado jugaron un rol clave. Gobiernos inyectaron estímulos focalizados, evitando el colapso total. Los aranceles estadounidenses, aunque altos –entre los más elevados en comercio internacional–, resultaron menores a los temidos, amortiguando el golpe al flujo de bienes. El sector privado se adaptó con agilidad: empresas reconfiguraron cadenas de suministro, y los mercados laborales mostraron resiliencia, con tasas de desempleo que cayeron por debajo del 5% en economías avanzadas como la eurozona y EE.UU.
Condiciones financieras estables sostuvieron la producción. Bancos centrales, como la Fed y el BCE, calibraron tasas de interés con precisión quirúrgica, evitando un aterrizaje forzoso. En emergentes como India o Brasil, la diversificación hacia renovables y digitalización impulsó el rebote. El resultado: un PIB global que creció 3,2% en 2024, superando pronósticos del 2,5%. Pero Georgieva matiza: esta resistencia es frágil, no probada contra shocks mayores como una escalada en Ucrania o un giro proteccionista en Washington.
Señales de alerta: oro, inflación y burbujas en el horizonte
¿Cuáles son las principales señales de alerta para el crecimiento global? El FMI las enumera sin ambages, y ninguna es menor. Primero, el aumento en la demanda de oro, que refleja incertidumbre latente. Inversionistas buscan refugio en el metal precioso ante volatilidades, un indicador que precedió crisis pasadas.
La inflación persistente, avivada por aranceles, es otro foco rojo. Tensiones comerciales –especialmente entre EE.UU. y China– mantienen presiones sobre precios, con bienes importados subiendo hasta 15% en algunos sectores. La deuda pública mundial, proyectada al 100% del PIB en 2029, encabeza la lista. Impulsada por EE.UU., China y Europa, esta trayectoria encarece el financiamiento: gobiernos destinan más a intereses, menos a salud o educación.
Y no olvidemos el riesgo de burbuja tecnológica. El boom de la IA ha inflado valoraciones en empresas como Nvidia o OpenAI, reminiscentes de la burbuja dot-com de 2000. Una corrección podría evaporar billones, golpeando fondos de pensiones y mercados emergentes. Georgieva insiste: estos riesgos, si convergen, erosionan la confianza y cierran el grifo al crédito para empresas y naciones.
Deuda pública: la bomba de tiempo que limita respuestas
¿Qué significa el aumento de la deuda pública mundial? Para el FMI, es una hipoteca sobre el futuro. Hacia 2029, alcanzará el 100% del PIB global, un salto del 95% actual. En desarrollados, el panorama es crítico: EE.UU. roza el 130%, Japón el 260%, Francia y Reino Unido superan el 110%. Tasas de interés al 4-5% implican pagos anuales que devoran presupuestos –en EE.UU., más de 1 billón de dólares solo en intereses para 2026.
Esto reduce el espacio fiscal: menos inversión en infraestructura o redes de seguridad social. Ante crisis –sequías por cambio climático o ciberataques–, los gobiernos responden con menos margen, elevando vulnerabilidad. En emergentes como Argentina o Turquía, ya se ve: defaults parciales y reformas forzadas. Georgieva advierte: sin corrección, esta deuda frena el crecimiento al 2,5% anual, perpetuando desigualdades.
EE.UU. y China: gigantes con responsabilidades globales
¿Cuál es el papel de Estados Unidos y China en esta dinámica? Georgieva los pone en el centro. Para Washington, preservar el comercio abierto es vital: políticas proteccionistas, como aranceles del 60% propuestos en campañas, avivarían inflación global al 4%. Recomienda fiscalidad prudente, recortando déficits para estabilizar deuda.
China, con su 18% del PIB mundial, debe equilibrar inversiones. Décadas de sobreendeudamiento local –al 300% del PIB interno– generan ineficiencias y riesgos bancarios. El FMI sugiere reorientar hacia consumo interno y servicios, reduciendo dependencia de exportaciones. Ambos países, con su peso, definen el pulso global: un EE.UU. aislacionista o una China estancada arrastran a todos.
Propuestas del FMI: orden fiscal y comercio sin barreras
¿Qué propone el FMI para enfrentar los riesgos? Georgieva lo resume en un llamado directo: «Poner la casa en orden». Recomendaciones concretas incluyen restablecer márgenes presupuestarios para emergencias, reduciendo desequilibrios como el consumo excesivo en EE.UU. o la sobreinversión china.
Mantener el comercio internacional abierto y competitivo es clave, evitando guerras arancelarias que eleven precios. En tecnología, vigilar el boom de IA para una corrección ordenada, con regulaciones que fomenten innovación sin burbujas. Políticas fiscales deben priorizar crecimiento sostenible: invertir en educación y verde, sin cargas de deuda eternas.
En un mundo interconectado, estas medidas no son opcionales. Para Colombia, con deuda al 60% del PIB y exportaciones sensibles a EE.UU., el mensaje resuena: diversificar y fiscalizar. Las reuniones en Washington, con delegados de 190 países, podrían ser el foro para consensos. Georgieva cierra con esperanza cauta: la resistencia post-pandemia muestra potencial, pero solo acción colectiva evita el abismo.