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La ANDI expresa preocupación por calidad de empleo en Colombia

Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, pronunció un discurso cargado de emotividad y visión estratégica.

El informe del DANE destaca un crecimiento neto de 393.000 puestos de trabajo en el último año, impulsado por sectores como la industria manufacturera y los servicios profesionales, que han absorbido mano de obra en un contexto de desinflación y mayor inversión extranjera. La tasa de ocupación se mantuvo estable en 58,4%, casi idéntica al 58,3% de 2024, mientras que en las 13 ciudades principales, el desempleo urbano bajó a 9,8%, con Medellín liderando nuevamente con solo 6,4% en el trimestre móvil.

No obstante, no todos los sectores comparten la euforia. La agricultura registró una sangría de 237.000 empleos, golpeada por el exceso de lluvias y la volatilidad en precios de commodities, mientras que el comercio minorista perdió 165.000 puestos, reflejo de una migración hacia el e-commerce y presiones inflacionarias en el consumo. En mis dos décadas cubriendo ciclos laborales –desde la recesión post-2008 hasta la pandemia–, he visto cómo estos desequilibrios sectoriales pueden erosionar ganancias agregadas si no se abordan con políticas focalizadas, como subsidios al campo o incentivos fiscales al retail.

El lado oscuro: Participación laboral en baja y la «desaparición» de mujeres

Detrás del descenso en el desempleo yace una realidad preocupante: la tasa global de participación cayó de 64,5% en agosto de 2024 a 63,9% este año, lo que implica que 422.000 personas más optaron por no buscar trabajo activamente. Este «efecto desánimo» explica en gran medida la mejora aparente, ya que menos buscadores reducen la presión sobre el mercado. Bruce Mac Master, presidente de la ANDI, no escatimó críticas: “Nos preocupa que nos engañemos creyendo que ha habido una mejora sustancial en el empleo cuando las cifras se deben en buena parte a que hay menos personas buscando trabajo. Este no es un detalle menor; debemos generar más y mejores oportunidades”.

El impacto es desproporcionado en las mujeres: el 98% de quienes salieron de la fuerza laboral (417.000) lo hicieron para dedicarse a oficios del hogar (250.000), estudios (45.000) o «otras actividades» (122.000). Esta tendencia, que agrava la brecha de género –con una tasa de participación femenina en 54,2% versus 73,6% en hombres–, recuerda patrones observados en crisis pasadas, como la de 2020, cuando el teletrabajo y el cuidado familiar expulsaron a millones de mujeres. La informalidad, aunque bajó levemente al 55,7% (desde 56,0%), sigue anclada en un mercado rígido que frena la transición a empleos formales, afectada también por esta menor disposición a buscar.

El auge del autoempleo: ¿Soluciones o precariedad?

Otro rasgo saliente es el incremento de 201.000 trabajadores por cuenta propia, que ahora representan el 48% de los ocupados. Si bien esto refleja emprendimiento –impulsado por apps de delivery y freelancing digital–, también señala precariedad: ingresos volátiles, sin seguridad social para el 70% de ellos, según estimaciones de la OIT. En un país donde el salario mínimo subió solo un 12% en 2025, ajustado por inflación, este auge podría ser un paliativo temporal más que una estrategia sostenible.

Mac Master reiteró la apuesta de la ANDI por un «crecimiento homogéneo en todos los sectores», enfatizando la necesidad de condiciones para que las empresas contraten más, especialmente a jóvenes (desempleo juvenil en 16,5%) y mujeres. “Se debe generar oportunidades en el país, en lugar de que busquen un futuro en el exterior”, apuntó, en alusión a la emigración que ha drenado 500.000 talentos calificados desde 2022.

Contexto macroeconómico: Recuperación con asteriscos

Este informe llega en un año de contrastes. El PIB creció 2,1% en el segundo trimestre, impulsado por exportaciones minero-energéticas y remesas récord de USD 10.000 millones, pero la cancelación de la Línea de Crédito con el FMI y la tasa de usura en baja (24,36% para octubre) sugieren un entorno de mayor liquidez. Comparado con vecinos, Colombia (8,6%) supera a Perú (7,2%) pero rezaga ante Chile (7,8%), según la CEPAL. La informalidad persistente, que oculta subempleo en el 30% de los casos, y la salida laboral femenina podrían inflar el «éxito» si no se revierten con reformas como guarderías subsidiadas o incentivos a la formalización.

En el horizonte, el Banco de la República proyecta un desempleo promedio de 8,5% para 2026, asumiendo un crecimiento del 2,5%. Pero, como en la bonanza de 2011, cuando el petróleo enmascaró debilidades estructurales, el riesgo es que esta baja sea efímera ante shocks externos como una recesión en EE.UU.

Hacia un mercado más inclusivo

Desde la ANDI hasta el MinTrabajo, el consenso es claro: el empleo formal y de calidad debe priorizar inclusión. Propuestas como la «Ley de Oportunidades Laborales» en trámite en el Congreso –que busca reducir costos no salariales en un 20%– podrían ser el catalizador. En mi experiencia, habiendo reportado desde la reforma laboral de 2003 hasta los pactos post-pandemia, sé que los números solos no bastan; hacen falta narrativas que incorporen a los marginados.

Este 8,6% es un hito, pero también un recordatorio: la verdadera victoria no es menos desempleados, sino más participantes activos en una economía próspera e inclusiva. Si Colombia no actúa, el «mínimo histórico» podría convertirse en un espejismo. El DANE nos da datos; ahora, toca a los decisores darles sentido.