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Opinión: La migración genera bienestar

Por: Javier Mejía Cubillos

Twitter: @javiermejiac

Aunque pocos en la opinión pública estén de acuerdo, sobre todo de los países receptores de migrantes, la libre movilidad del trabajo genera mayor bienestar en el mundo. Al menos eso nos indica la teoría. Permitámonos explorar el asunto.

Para empezar, en la larga tradición teórica que estudia el impacto del flujo de recursos económicos entre países, resaltan dos conjuntos de interpretaciones. El primero de ellos, que llamaremos Vieja Escuela, considera un mundo bastante intuitivo, en el que la proporcionalidad domina. En ese mundo, al doblar la cantidad de cosas que sirven para producir (de ahora en adelante los factores productivos), es decir, el trabajo, la tierra y el capital, se dobla la producción.

En dicho mundo, es posible considerar países en los que los trabajadores generan menos riqueza que en otros (son menos productivos) y, por tanto, reciben salarios menores. En esa medida, trabajadores que estaban en países de salarios bajos (origen), estarían motivados a migrar a otros en los que los salarios fueran superiores (destino). La Vieja Escuela demuestra que dichos flujos, desarrollados de forma libre, generan un mayor bienestar agregado en el mundo. La razón de ello es que los recursos (el trabajo en este caso) se estaría desplazando de lugares en los que está generando poca riqueza a otros en los que está generando más.

En principio, el escenario de la Vieja Escuela suena bastante sensato. Sin embargo, el universo económico parece no regirse por la proporcionalidad. Por diversas razones, la cercanía de los factores de producción hace que, individualmente, éstos sean más productivos. En esa medida, la aglomeración de factores genera “rendimientos crecientes de escala”, es decir, al duplicar la cantidad de trabajo, tierra y capital, la producción habría más que doblarse. Para ejemplificar el asunto, pensemos en 10 profesores universitarios; con toda seguridad podríamos estar de acuerdo en que cada uno de ellos estaría en capacidad de producir más (sean artículos científicos, proyectos de investigación etc.) estando en un mismo campus universitario, que estando cada uno en una pequeña aldea, todas distantes entre sí. La cuestión es que en el primer caso, ellos podrían alimentar su producción de estar cerca a una gran biblioteca, a colegas con quien discutir sus opiniones, a estudiantes que podrían asistirlos, a editoriales dispuestas a publicar sus trabajos, en fin, a otros recursos que harían más productiva su labor. Adicionalmente, tendrían un mercado más grande, en capacidad de absorber su mayor producción. Lugares como Silicon Valley, Hollywood o, en su momento, Detroit o Manchester, son muestras de cómo la proximidad de los recursos permiten escalas de producción especialmente grandes.

Es un escenario de esas características el que considera la “Nueva Escuela”, la segunda línea interpretativa sobre la movilidad de los recursos económicos. Para estos, la productividad de la mano de obra aumenta con la población, de igual forma lo harían los salarios. Así, el flujo de personas de un país con bajos salarios a uno con altos habría de generar mayor bienestar agregado. En el fondo, la razón de ello es la misma que en el escenario previo, trabajadores que estaban en países de salarios bajos (origen), habrían de ser más productivos en países de salarios altos (destino).

No obstante, las diferencias en los análisis de ambas interpretaciones salen a la vista al analizar la distribución del bienestar entre los distintos grupos sociales. Si bien el mundo gana en su conjunto, algunos grupos se ven afectados. En la Vieja Escuela, los mayores perdedores de los flujos migratorios son los trabajadores de los países de destino, donde la mayor oferta laboral hace reducir los salarios. Los trabajadores de origen, por su parte, ven sus salarios incrementarse y los empresarios de destino sus costos reducirse. En la interpretación de la Nueva Escuela, los inmigrantes no han de generar pérdidas de bienestar en el país de destino. Todo lo contrario, su presencia haría aumentar los salarios del país de destino, mientras reduciría la del país de origen, comprimiendo cada vez más su economía.

En conclusión, tal como los reconocidos Jason Long y Joseph Ferrie lo exponen en su aporte para la Enciclopedia de Historia Económica de Oxford, a nivel individual, la movilidad permite mejoras en circunstancias en las que las habilidades y aspiraciones hacen pobre juego con la ubicación laboral en la que las personas se encuentran. Sin embargo, a nivel agregado, la libre movilidad del trabajo trae consigo importantes beneficios económicos.

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