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Un día que Colombia no olvidará

Foto: BBC
Foto: BBC

El libro que contiene el Acuerdo Final de Paz, de 297 páginas, cruzado por una cinta tricolor, con el escudo de Colombia y el título en letras color oro, estaba sobre una mesa en forma de paloma, cubierta con un mantel blanco. El primero en firmar fue el jefe de las Farc, Rodrigo Londoño. Luego lo hizo el presidente Juan Manuel Santos, quien, vestido de traje blanco informal, tomó el balígrafo dorado, hecho con un casquillo de bala de fusil usado en el combate, observó la página por un instante y estampó la rúbrica. Levantó el balígrafo y lo mostró al público. “Las balas escribieron nuestro pasado, la educación escribirá nuestro futuro”, tenía inscrito el balígrafo. Era el momento que tanto habíamos esperado. El momento que muchos temíamos que no nos alcanzara la vida para poderlo presenciar.

Minutos antes, el presidente había ingresado a la tarima por una puerta cerrada que abrió con una llave que le entregó una niña. Lo hizo así para significar que la puerta de la paz estaba abierta, que no había perdido la llave de la paz y no la había lanzado al fondo del mar.

Para llegar a este lugar, el jefe de Estado caminó desde el centro de convenciones, acompañado por un grupo de niños y por los distintos mandatarios, garantes y negociadores. De modo que junto con él entraron el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; el canciller de Noruega, Borge Brende; el Rey emérito de España, Don Juan Carlos; el jefe de las Farc, Rodrigo Londoño; los 14 presidentes visitantes y, por supuesto, los equipos negociadores del Gobierno y las Farc.

Eran las cinco de la tarde del lunes 26 de septiembre de 2016. El momento histórico transcurría en la tarima principal de la explanada de San Francisco, frente al centro de convenciones de Cartagena, la ciudad heroica, la amurallada del caribe colombiano, pletórica de vida colonial y leyendas de piratas, convertida ahora en la ciudad de la paz.

Allí aguardaban de pie, al fondo, los 1.074 periodistas y camarógrafos acreditados para cubrir el evento, y, frente a la tarima y en los costados, los 2.500 invitados especiales, entre ministros, congresistas, expresidentes, jerarcas eclesiásticos, magistrados, jueces, campesinos, empresarios, indígenas, afrodescendientes, artistas, sindicalistas, educadores, representantes de las iglesias, defensores de derechos humanos, dirigentes de movimientos sociales y cientos de víctimas del conflicto interno, que habían llegado a bordo de tres aviones, sentados los unos junto a los otros, en un abanico representativo de la riqueza, la diversidad y el talento de Colombia.

Cesó la horrible noche

El “cesó la horrible noche” del Himno Nacional, con el que se inició oficialmente el acto solemne, tuvo un significado muy profundo y especial. Fue interpretado por los Niños de Baranoa, banda originaria de este municipio atlanticense y que es hoy símbolo de la paz e insignia musical de Colombia ante el mundo.

Vino luego el minuto de silencio en memoria de todos los colombianos ausentes por el conflicto. Un trompetista salió a tocar al escenario, hacia las banderas blancas izadas al viento. Desde más allá, desde los templos del sector de la Torre del Reloj, se oyeron las campanas echadas al vuelo, como forma de expresar júbilo por el hecho extraordinario que estaba ocurriendo.

La ceremonia continuó con la presentación de las Alabaoras de Bojayá, un grupo de mujeres que antes vestían de negro para cantarle al dolor de la guerra y que ahora le cantaban a la esperanza de la paz. “Felicitar a Santos por su grande valentía al trabajar por la paz”, decían las Alabaoras en su cántico.

Los tres discursos

Tras la revista aérea cumplida por cinco aviones de la Fuerza Aérea (cinco aviones para significar las cinco décadas de conflicto), que marcaron estelas tricolor en el cielo, se dio paso a los tres discursos de la ceremonia, pronunciados desde los atriles, en su orden, por el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon; el jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, y el presidente de la República.

El Secretario General de la ONU elogió la valentía de los colombianos por el Acuerdo de Paz, anunció que las Naciones Unidas seguirán ofreciendo todo su apoyo al mismo, invitó a darle la bienvenida a la paz y a que todos los sectores del país se unan en torno a la construcción de un destino promisorio. “Ustedes pueden mirar el futuro con mucho optimismo” y “pasar la página” del conflicto, expresó. Consideró que el Acuerdo es una luz para un mundo convulsionado.

El jefe de las Farc, por su parte, evocó la Cartagena que describe Gabo en sus libros, ratificó que harán política sin armas y pidió prepararnos todos para desarmar las mentes y los corazones. Durante su discurso se registraron dos momentos emotivos. Cuando dijo: “En nombre de las Farc-EP, ofrezco sinceramente perdón a todas las víctimas por todo el dolor que hayamos podido causar en esta guerra”. Hubo aplausos y lágrimas de las víctimas.

Londoño terminaba su discurso. Hablaba de las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia. En ese momento surcó el aire un avión de combate de la Fuerza Aérea, con su característico sonido de turbinas. Todos miraban la aeronave, que se alejó en dirección al mar. Entonces Rodrigo Londoño dijo: “Gracias a Dios, no venían a descargar bombas, sino a saludar la paz”.

Al pasar el presidente Santos al atril, le confirmó que era así. “Efectivamente, venían a saludar al paz”, dijo. Acto seguido, el Jefe de Estado inició su intervención citando el coro del Himno Nacional. “Oh, gloria inmarcesible, oh júbilo inmortal, en surco de dolores el bien germina ya, la paz germina ya”.

El mandatario también evocó a Gabo, del que dijo era el artífice de muchos intentos de paz y el gran ausente en este logro final. Habló de la Cartagena de San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos, el precursor de los derechos humanos. La Cartagena que resistió mil asedios y que hoy se convierte en la ciudad de la paz.

A continuación hizo un sentido homenaje a los héroes de la Fuerza Pública, que combatieron con honor, exaltó a las víctimas del conflicto, que están dispuestas al perdón, y elogió a su equipo negociador, que se puso de pie para recibir el aplauso del público.

También reconoció que los dirigentes de las Farc habían sido unos dignos negociadores en la mesa de conversaciones. Así mismo, dirigiéndose a Rodrigo Londoño, les dio la bienvenida a las Farc a la democracia, a la actividad política sin armas. Y les garantizó que así como los había combatido en el pasado, ahora defendería su derecho a expresar sus ideas en democracia.

El presidente agradeció a la ONU, a la Cruz Roja, a la comunidad internacional. Agradeció a Dios por “la fortaleza, la templanza y la paciencia” que le dio para perseverar en busca de sacar adelante el Acuerdo de Paz.

Dijo que falta mucho. Que este es apenas un comienzo. Que hay que seguir construyendo la paz entre todos. Invitó a votar por el Sí, lo cual salvará muchas vidas de colombianos. Y cerró parafraseando la frase del Himno: cesó la horrible noche de la violencia que nos había cubierto con su sombra, dijo, e invitó a abrazar este nuevo día que se asoma en el horizonte.

La histórica ceremonia concluía con la Canción de la Alegría, interpretada por un grupo de niños que salieron del público y luego por la Orquesta Sinfónica de Colombia, que cerró con broche de oro la ceremonia, al batir de pañuelos blancos y ya entrada la noche, cuando aparecía la luna brillante que se posó sobre el mar en el horizonte.

Otros actos de la jornada

Este había sido el acto principal de una jornada que se inició a las 8:00 de la mañana en la Escuela Naval, donde el presidente, el ministro de Defensa y los altos mandos de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional desayunaron e hicieron el brindis de la paz, con un nutrido grupo de policías y soldados, en una mesa dispuesta en forma de V de la victoria y decorada con una paloma gigante fabricada en hielo.

Acto seguido, a 48 de estos uniformados activos los condecoró con la “Citación Presidencial de la Victoria Militar y Policial”, una distinción creada para enaltecer el sacrificio de la fuerza pública y su trabajo por el bienestar y la paz de los colombianos.

Pocas horas después, al filo del mediodía, el Jefe de Estado y su esposa, junto con las personalidades invitadas a la ceremonia, asistieron a la ceremonia litúrgica oficiada por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y enviado especial del Papa Francisco, en la iglesia de San Pedro Claver.

Allí el cardenal exaltó la memoria de San Pedro Claver, apóstol y defensor de los esclavos traídos de África. Al tiempo que recordó que el Santo Padre ha animado los esfuerzos en busca de la concordia y la reconciliación. “Bienaventurados los que trabajan por la paz”, dijo el prelado. En el transcurso de la ceremonia, el presidente y su esposa, la señora María Clemencia de Santos, elevaron plegarias por la reconciliación de Colombia.

El almuerzo oficial del día se celebró, hacia las 2:00 de la tarde, en el Salón Marquesa de la Casa del Márquez de Valdehoyos, residencia de arquitectura colonial situada en la Calle de la Factoría. El menú incluyó róbalo a la parrilla, canelones y postre de tres leches con guanábana. Al final, el presidente obsequió sendas cajas de madera, con balígrafos por dentro, a cada uno de los invitados internacionales. Acto seguido, el jefe de Estado sostuvo dos reuniones bilaterales. Una con el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, y otra con el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry.

Desde este lugar el presidente, su familia y los invitados especiales se dirigieron al centro de convenciones para asistir al acto de firma del Acuerdo de Paz, un hecho para la posteridad que no olvidaremos los colombianos.

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